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EL CINE CUBANO A LAS PUERTAS DE MEDIO SIGLO

EL CINE CUBANO A LAS PUERTAS DE MEDIO SIGLO

Los años que han transcurrido desde marzo de 1959 nos aproximan ya al medio siglo de la creación del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos, (ICAIC), presidido entonces por Alfredo Guevara, en un año que como el 2008 habla de nuevos proyectos y producciones que se materializan, ya se filmen, editen, estén en proceso de conclusión y que vienen con el aval de varios autores, la mayoría jóvenes, algunos con filmes que los han situado en el mundo del cine latinoamericano y otros que saltan de la televisión y el vídeo al séptimo arte, quiero mencionar a Juan Carlos Cremata, con El Premio Flaco, a Pavel Giraud con Omerta y a Ernesto Daranas quien realiza una versión al revisitar un personaje mítico de la cultura popular como Alberto Yarini, entre otros autores.

Así como detenerme en el primer largometraje de ficción de la documentalista Rebeca Chávez, Rojo Vivo, inspirado en la novela de José Soler Puig, Bertillón 166, en el regreso al set del Premio Nacional de Cine, Enrique Pineda Barnet con Te espero en la eternidad y la película de Tomás Piard que nos aproxima a José Lezama Lima, obras que hablan de un cine cubano que gana en pluralidad estilística y temática, y se adentra también dentro de los llamados perfiles de género, sin que la presencia y/o logros de una poética desplace a otras, igualmente validas y también legítimas. Mientras esperamos por el Cuerno y la abundancia de Juan Carlos Tabío y por ese Guanajay del maestro y también Premio Nacional de Cine, Humberto Solás quien con su ejemplo y generosidad también encabeza, desde hace años, el Festival Internacional del Cine Pobre.

Y es que el cine cubano, que nació con el ICAIC, y con la primera ley que se aprobara en Cuba dentro del rubro de la cultura, ahora se amplía y enriquece, con las nuevas tecnologías, enfrenta las dificultades financieras, asume la vía de las coproducciones y cuenta con la presencia, activa y productiva, de creadores de distintas generaciones, así como potencia el relevo, con el auspicio de las muestras de los jóvenes realizadores, de la que se han realizado siete.

No quiero dejar de mencionar que, cuando nos aproximamos al aniversario del ICAIC, y se le entrega a un cineasta que cultiva el animado el Premio Nacional de Cine, como al maestro Juan Padrón, el autor no sólo de la saga de Elpidio Valdés, sino de clásicos como Vampiros en La Habana, también celebraremos en este año cuatro décadas de haberse realizado las dos películas fundamentales de nuestra cinematografía, me refiero a las Memorias del Subdesarrollo del desaparecido Tomás Gutiérrez Alea, Titón, y a esa Lucía de Humberto Solás.

Sin que dejemos de mencionar a nuestra documentalística, desde su mayor y más reconocido autor, Santiago Álvarez, corazón y vida de aquel Noticiero ICAIC Latinoamericano que fue escuela de directores, al tiempo que rindamos tributo, como obra de gratitud, a artistas como el actor Sergio Corrieri y el realizador Octavio Cortázar, dos figuras fundacionales de nuestro cine, y recientemente desaparecidas.

 

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