PERUCHO FIGUEREDO, EL CANTOR DE LA PATRIA
Cada nación, desde sus símbolos, gesta su identidad. Por eso, al conmemorarse los 190 años del natalicio de Pedro (Perucho) Figueredo, la historia de aquel bayamés vuelve a la memoria de todos los cubanos y las cubanas, agradecidos por quien escribió aquel canto patriótico que hoy conocemos y reconocemos como el Himno Nacional.
Como otros patricios centrorientales, fue de aquella pléyade de radicales hacendados que iniciaron la guerra de independencia al grito de la Demajagua, y estuvo entre los que secundaron la decisión de Carlos Manuel de Céspedes, a quien lo unía una antigua amistad, así como iguales inquietudes por la literatura y por la música, además de ser ambos graduados de Derecho, y de compartir en las tertulias criollas de La Filarmónica en Bayazo.
Aquel 20 de octubre, y en la que hoy se llama Plaza del Himno, sobre la montura de su cabalgadura, Perucho escribió, cuando sólo contaba con 48 años, la letra de aquel canto de guerra y libertad, porque fue de los primeros en incorporarse a la Revolución, en 1868, para colaborar como Jefe del Estado Mayor con Céspedes.
Por sus méritos, al ser proclamada la República en Armas en la Constituyente de Guáimaro, en abril de 1869, le fue otorgado el grado de Mayor General para que asumiera, también, la subsecretaría de la Guerra.
Más meses después, caería prisionero de los españoles y sería fusilado el 17 de agosto de 1870, junto a Ignacio y Rodrigo Tamayo. La enfermedad que padecía, el tifus, no le permitió enfrentar al enemigo, cuando cayó a los 51 años de edad, prisionero de los españoles en la ciudad de Las Tunas, para ser condenado a muerte por un tribunal militar en Santiago de Cuba. Como otros patriotas, sí supo Perucho enfrentar dignamente las proposiciones del enemigo que lo instaron a abandonar la lucha, a las que respondió rotundamente: “Estoy en capilla y espero que no se me moleste en los últimos instantes que me quedan de vida’’.
También se afirma, por la tradición oral, que cuando avanzaba hacia el pelotón de fusilamiento, iba diciendo las palabras del Himno que él había escrito: “Morir por la Patria es Vivir’’, antes de ser batido por el plomo el 17 de agosto de 1870.
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