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BONGO...TUMBADORA Y POESIA

BONGO...TUMBADORA Y POESIA

La mixtura, la síntesis de plurales influencias étnicas, raciales, culturales y religiosa conforman la identidad caribeña y, en ese contexto, también el perfil de la transculturación en Cuba que se expresa, con fuerte acento y singularidad, en la poesía.

Así, y en la sustancia del proceso histórico de la nación cubana, en la legítima expresión de su espiritualidad, sobresale lo que se ha calificado como “poesía negra, poesía social”, que irrumpe con fuerza desde 1923 y llega a su máxima poética en la lírica de Nicolás Guillén con la publicación de los ocho poemas de sus Motivos de Son en 1930.

Se instalaban las corrientes de la vanguardia artística, en el  proceso de la república, mientras se luchaba también contra la discriminación racial, las injusticias sociales, la pobreza en campos y ciudades y comenzaba un nuevo lenguaje en las letras, al “ver las cosas desde el punto de vista del negro”, como lo afirmara el crítico dominicano Pedro Henríquez Ureña, dentro de un conjunto literario al que algunos califican como “afrocubano”, en el que no sólo participaron autores negros y mulatos, sino también escritores blancos como el camagüeyano Emilio Ballagas.

POESIA NEGRA Y POESIA SOCIAL

Mas el texto precursor, de esta importante vertiente de la poesía cubana se debió a Ramón Guirao, autor del primer poema negro que apareció en el suplemento cultural del más reaccionario de los periódicos que entonces se publicaban en Cuba, el Diario de la Marina, con su poema “Bailadora de rumba”, el 8 de abril de 1928, hace nada menos que ocho décadas.

Después aparecieron otras voces como las de José Zacarías Tallet, Emilio Ballagas , Marcelino Arozarena, y de otros autores que se destacarían en la prosa, como los narradores Alfonso Hernández Catá, Alejo Carpentier y el crítico y ensayista José Antonio Portuondo.

Pero la conmoción se produciría al publicarse, también en aquel diario ya mencionado, y en la página dominical de Ideales de una Raza, que dirigía el periodista y promotor cultural José Antonio Fernández de Castro, los ocho poemas de Nicolás Guillén, el 20 de abril de 1930, bajo el título de Motivos de son, que luego aparecerían en formato de libro.

MUSICA Y POESIA EN EL SON

La más universal y también popular manifestación de la cultura cubana lo es la música y esta sería asimilada en la literatura, deudores los poetas del trío de Miguel Matamoros así como del Sexteto Habanero, con la cadencia del son que bajó de las lomas para cantar en los llanos, y situarse en la célula de la cultura cubana desde oriente a la capital, manifestación de aquellas capas más humildes de la población, y que ganarían sello particular gracias a la poesía de Nicolás, quien llevó el son de la música y el pentagrama a los versos.

Se iniciaba, sobre todo, un verdadero proceso de descolonización cultural, desde la poesía, creación de un lenguaje nuevo y de una estética renovadora, producto de la sensibilidad y la inteligencia del poeta, síntesis él mismo de un proceso más abarcador, respuesta a un contexto social y político, en tiempos de la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado, que se integra al estallido ideológico, no sólo desde las artes, sino desde las ideas y que se explicita con el Grupo Minorista, la Protesta de los Trece, encabezadas por el poeta Rubén Martínez Villena, la creación de la FEU y del primer Partido Comunista de Cuba por Julio Antonio Mella, en ese hervidero de nuestro ajiaco, para usar las imágenes del sabio don Fernando Ortiz.

Cuba era más que negro, más que blanco…la mixtura de etnias, tradiciones, costumbres, razas conformaba la sustancia de esa poesía, y la justicia social, el afán de soberanía frente al nepotismo y a la injerencia yanqui, cobraban cuerpo y solidez en la lírica cubana, desde el diálogo vivo entre la palabra y la música, al compás del son, y con el verso de Guillén, como en otras naciones caribeñas latía al ritmo de poetas como el puertorriqueño Luis Palés Matos.

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