TULIPA Y MANUEL OCTAVIO GOMEZ
Manuel Octavio Gómez, como tantos jóvenes amantes del celuloide, se integró al movimiento de los cine-clubes, en la ciudad de La Habana, en la década de los años 50, en la barriada habanera de la Víbor sería uno de los más fervientes miembros del Cine-Club Visión, cuyas exhibiciones se produjeron en la sala del cine Apolo.
Después, al crearse el nuevo cine cubano, Manuel Octavio integró la triada de los primeros jóvenes cineastas que filmarían también los primeros documentales, junto a Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa.Con 24 años, se integró a la Sección Fílmica de la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde y se desempeñó como Asistente de Dirección en varios documentales y en el primer largometraje de ficción, realizado por el recién creado Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica.
Titón filmaría el documental Esta tierra nuestra y Julio rodaría La vivienda, insertos ambos en el problema de la tierra y del desalojo de los campesinos, y el de la vivienda, sometida como estaba la población al “casifundio”. Mientras que Manuel Octavio Gómez, realizaría su documental sobre las nuevas formas de producción en el campo cubano, con el título de ¿Qué es una cooperativa?
Manuel Octavio será autor también de largometrajes de ficción como Tulipa, La primera carga al machete, (un clásico y una de las mayores expresiones estéticas del cine cubano), Los días del agua, Ustedes tienen la palabra y Gallego.En su obra cinematográfica jugaría un papel muy destacado una actriz, quien fue además su compañera en la vida, la también desaparecida Idalia Anreus, quien falleció diez años después que su esposo, y que fue no sólo su fetiche, sino su más devota colaboradora: Idalia Anreus.Desde las tablas al cine ella encarnaría, hace ya cuatro décadas, la obra del dramaturgo camagûeyano Manuel Reguera Saumell, Recuerdos de Tulipa, que llevaría a la pantalla grande Manuel Octavio Gómez al cine, en 1967, bajo el título de Tulipa. La pieza teatral había sido estrenada por Rubén Vigón en la Sala Arlequín en 1962 y posteriormente dirigida por Dumé en el teatro El Sótano en 1964, antes de transformarse en largometraje, con guión del propio Manuel Octavio, cuya historia se centra en una mujer, bailarina nudista de circo, que enfrenta la maternidad, en un contexto cuajado de frustración, y también de lucha, que permite al personaje enfrentar la enajenación.La película, enmarcada en un proceso de aprendizaje para el director, tiene ciertos matices de ingenua espontaneidad, elevado por las imágenes que aprehenden situaciones y criaturas del entorno circense, desde su sustancia lúdica, y un trabajo de marcado acento realista.Entre sus méritos se encuentra el trabajo de la fotografía, siempre muy personal y distintivo del cine de Manuel Octavio Gómez, en la que sobresale la maestría de Jorge Herrera, durante los 93 minutos del metraje y fue calificada, por la crítica, de “fresca, espontánea, muy libre en movimientos, en las secuencias documentales, otra más elaborada, de movimientos y encuadres pensados, preconcebidos, sin que en ningún momento choquen una con otra, sino integrándose para dar un estilo peculiar a la película.”
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