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CUBA EN GABRIELA MISTRAL

CUBA EN GABRIELA MISTRAL

Gabriela Mistral, una voz martiana

Numerosos son los estudios realizados, y las diversas aproximaciones a la vida y a la obra del cubano José Martí, y en el conjunto de esa abultada papelería, por su acercamiento a las esencias del ser, tanto en la poesía como en la escritura de la propia existencia humana, sobresale la voz de la chilena Gabriela Mistral.

Y es que, como lo reconocieron otros grandes que, como ella, dedicaron su talento y sensibilidad a la interpretación del Apóstol, como los maestros Juan Marinello y Fernando Ortiz, en aquella mujer, de orígenes humildes, legítima voz de su pueblo, desde la hondura de los Andes y las profundidades del Pacífico, estaba una de las lecturas más agudas, inteligentes y sensibles del legado martiano, desde una de sus expresiones más trascendentes, como lo fue el poemario de los Versos sencillos, en los que Gabriela reconoció no solo desde niveles epistemológicos los valores de Martí, sino desde su manifestación ontológica, desde el ser.

Así reconocería Marinello, en la década del 30 del siglo XX, al valorar las meditaciones de Gabriela Mistral: “José Martí tiene en esta mujer una resonancia de limpia autenticidad, de son cercano y distinto. El dolor agónico de su América se lo dará el cubano en su lamento viril y dulce (…)Esta mujer, que tiene oídos milagrosos, dará la mano al Libertador en una sombra cargada de porvenir y se estremecerá en el lamento deshecho”.

Cuando concluyó la Segunda Guerra Mundial, a solo unos meses de la tragedia que padeció la Humanidad, y al entregarse nuevamente los premios Nobel, en varias disciplinas, Gabriela Mistral había recibido el alto reconocimiento que, hasta ese año de 1945, no había sido otorgado a ningún autor ni de América latina ni del Caribe, y con ese aval, volvió otra vez a la Isla, para rendir tributo al Maestro, en ocasión del centenario de su natalicio.  Años atrás, y en una de sus conferencias, había expresado la poetisa sudamericana, las razones de ese diálogo íntimo que sostuvo ella con el cubano, a quien lamentaba no haber conocido, pero en cuya escritura había reconocido a su mentor espiritual y es que para Gabriela Mistral: “Es agradecimiento todo en mi amor de Martí, agradecimiento del escritor que es el Maestro americano más ostensible en mi obra, y también agradecimiento del guía de hombre terriblemente puro, que la América produjo en él…”.

Desde su primera visita a la Isla, en julio de 1922, de tránsito hacia México, se encontró Gabriela con Cuba, su luz y su cultura. Luego volvería en diferentes ocasiones, y recorrería varias ciudades del país, estableciendo en cada una de sus estancias, profundos vínculos con las letras cubanas, y una amistad multiplicada en sus interlocutores, entre los que podemos mencionar a voces líricas como las poetisas Dulce María Loynaz, Fina García Marruz, Serafina Núñez, Mirta Aguirre y Carilda Oliver Labra, entre otras.

Martí, también en aquel primer estadio suyo fue una presencia, y no una ausencia, en aquellos intercambios con los intelectuales cubanos, diálogo que sería continuamente enriquecido en otros encuentros, como en aquella velada, ya en la década del 30, en la que pronunció su conferencia sobre Los Versos Sencillos de José Martí:

 “Leyendo la poesía de Martí a la que estoy tan ligada, el miembro de la gracia que yo veo en ella sin una sola resquebrajadura en la unidad ni en la perfección, son los Versos Sencillos, en su cuerpo de 46 poemas, y es allí donde yo tengo mi festín con el poeta”. La sustancia primaria de los clásicos de la lengua, y el núcleo popular de aquella escritura, comulgaron en la imago que ella destacó en una de las más auténticas y sutiles valoraciones de la poética de José Martí.

Como también, y en aquellos viajes suyos a la Isla, incluso cuando llegó en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, abordaría otros temas, como el del fascismo, y en defensa de la paz y del amor, mientras su poemario Tala se vendía a los lectores cubanos, y el monto de aquella singular recaudación, se entregaba a la causa de la república española, en medio de los avatares de la guerra civil. Como años más tarde, y en ocasión del centenario del natalicio del Apóstol, regresaría Gabriela Mistral, en su último viaje a la Isla, para rendir, nuevamente, tributo al hombre más puro de la lengua, al hijo de América, a José Martí.

ROBERTO FRIOL HA MUERTO

ROBERTO FRIOL HA MUERTO

La cultura cubana, y en especial su historia literaria, ha perdido a Roberto Friol, poeta, ensayista, investigador que en 1998 fuera galardonado, como reconocimiento a la obra de toda una vida, con el Premio Nacional de Literatura.

Y, en particular, su ausencia ha consternado a quienes fueron, durante muchas décadas, sus compañeros de jornada, el colectivo de la Biblioteca Nacional José Martí, esa república de los libros, al decir del también desaparecido Cintio Vitier, quien afirmó, en una ocasión, al referirse a la trascendencia de Friol: “no hay un solo amante o estudioso de las letras cubanas, en toda Cuba o fuera de ella que no sepa que Roberto Friol está en la línea más alta de la investigación y la crítica cubanas, como está en la línea más alta de nuestra poesía”.

El jurado que evaluó las nominaciones de aquel año 98, que fue presidido por la escritora y académica Graziella Pogolotti, al concluirse su decisión, por unanimidad, señaló también, entre los méritos de este importante intelectual, nacido en La Habana:

“La excelencia formal de su verso, en el que cabría hablar de ontologismo de la palabra, llevando nuestra lengua a un paradigma de expresión humana universal.” Como destacó, desde el plano cívico y ético, los valores conductuales del maestro Roberto Friol: “La reciedumbre moral y honradez intelectual que lo caracterizan y envaran su obra como eje central de su vida artística y profesional, más allá de avatares, constituyendo una imagen ejemplar para la sociedad.”

 

MADRE...

MADRE...

Sólo el amor de una Madre apoyará,
cuando todo el mundo deja de hacerlo.

Sólo el amor de una Madre confiará,
cuando nadie otro cree.

Sólo el amor de una Madre perdonará,
cuando ninguno otro entenderá.

Sólo el amor de una Madre honrará,
no importa en qué pruebas haz estado.

Sólo el amor de una Madre resistirá,
por cualquier tiempo de prueba.

No hay ningún otro amor terrenal,
más grande que el de una Madre.

De José Martí, sus versos sencillos

De José Martí, sus versos sencillos

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

   Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Para el 2010 un mensaje:

 

“Muere lentamente quien no viaja,

quien no lee,

quien no oye música,

quien no encuentra gracia en sí mismo.

Muere lentamente

quien destruye su amor propio,

quien no se deja ayudar.

Muere lentamente

quien se transforma en esclavo del hábito

repitiendo todos los días los mismos

trayectos,

quien no cambia de marca,

no se atreve a cambiar el color de su

vestimenta

o bien no conversa con quien no

conoce.

Muere lentamente

quien evita una pasión y su remolino

de emociones,

justamente estas que regresan el brillo

a los ojos y restauran los corazones

destrozados.

Muere lentamente

quien no gira el volante cuando esta infeliz

con su trabajo, o su amor,

quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir

detrás de un sueño

quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,

huir de los consejos sensatos...

¡Vive hoy!

¡Arriesga hoy!

¡Hazlo hoy!

¡No te dejes morir lentamente!

¡NO TE IMPIDAS SER FELIZ!”

 

                       PABLO NERUDA

 

 

ERNESTO CARDENAL, PREMIO NERUDA

ERNESTO CARDENAL, PREMIO NERUDA

Desde el 2004, y como homenaje al centenario del natalicio del Premio Nobel de Literatura, el chileno Pablo Neruda se creó, por su país, el Premio Iberoamericano de Poesía que lleva el nombre del afamado lírico y que está destinado a reconocer a un poeta iberoamericano "cuya obra posea una dimensión universal y contribuya al diálogo cultural entre los pueblos".

Tres hombres y dos mujeres lo habían recibido; el mexicano José Emilio Pacheco (2004), el argentino Juan Gelman (2005), el peruano Carlos Gastón Belli (2006), así como la cubana Fina García Marruz (2007) y la chilena Carmen Berenguer (2008).

En este 2009 el jurado presidido por la Ministra de Cultura de Chile Paulina Urrutia e integrado por los poetas Carmen Berenguer y Óscar Hahn,  el escritor argentino Jorge Boccanera y el colombiano Juan Gustavo Cobo y la académica española Selena Millares acordaron, por unanimidad, concederlo al mayor poeta vivo de Nicaragua y de toda Centroamérica, el sacerdote católico Ernesto Cardenal, "un hombre que profundamente ha revisado el alma de la gente de América" y que, como se subraya el acta de premiación, se destaca por su capacidad para "remozar la tradición occidental clásica, aplicándola a la actualidad contemporánea", así como por "su interés y preocupación permanente por los pueblos originarios de este continente y su compromiso político".

FE Y POESIA

Nacido en la más antigua ciudad nicaragüense, y proveniente de una familia rica, estudió en su país y también en México donde se inclinó tempranamente por la poesía. Más tarde continuaría sus estudios en Nueva York y más tarde para ampliar los horizontes de su formación viajaría por Italia, España y Suiza.

Como otros jóvenes intelectuales se compromete a luchar contra la tiránica dinastía de los Somoza, y luego del fracaso del movimiento revolucionario y de la muerte de muchos de sus compañeros de ideales, el joven Ernesto Cardenal decidió tomar hábitos e ingresó en el monasterio de Gethsemani, en Kentucky, Estados Unidos, vinculándose a la orden de los trapenses y, en particular, al poeta y religioso norteamericano Thomas Merton. Finalmente, se trasladaría a México donde continuó sus estudios teológicos, y en su patria, en la ciudad capital de Nicaragua, Managua fue ordenado sacerdote en 1965, para posteriormente fundar en una de las islas del archipiélago de Solentiname, enclavado en el Lago Cocibolca, escenario para continuar escribiendo poesía, motivación personal a la que no pudo renunciar jamás, afortunadamente, para las letras latinoamericanas y entonces produce su cuaderno El Evangelio de Solentiname, alcanzando renombre en los años 60 y 70 como una de las mayores voces de la poesía nicaragüense, como miembro de la llamada generación del 40.

A raíz de la caída de Anastasio Somoza, asumiría en el primer gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional, la responsabilidad del Ministerio de Cultura, mientras mantuvo su labor apostólica como sacerdote y el ejercicio de la lírica. Por su obra reconocida internacionalmente fue nominado al Premio Nobel de Literatura en el 2005, en reconocimiento a una profusa producción literaria en la que sobresalen títulos como los de Hora 0, los Epigramas y también los Salmos, El estrecho dudoso, Oráculo sobre Managua, Con Walter en Nicaragua, Canto Cósmico y su mundialmente célebre y conmovedor poemario Oración por Marilyn Monroe

MARILYN MONROE

El mito de Marilyn y, particularmente, su humanidad adolorida y desgarrada alimentó la poesía de Ernesto Cardenal quien realizó una lectura del personaje de la actriz, y la tradujo a emotiva denuncia:

ORACIÓN POR MARILYN MONROE

 Señor

recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra

                                      con el nombre de Marilyn Monroe

aunque ese no era su verdadero nombre

(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la

                                                  huerfanita violada a los 9 años

y la empleadita de tienda que a los 16 se había

                                                                           querido matar)

y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje

sin su Agente de Prensa

sin fotógrafos y sin firmar autógrafos

sola como un astronauta frente a la noche espacial.

 

Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia

     (según cuenta el Time)

ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo

y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.

Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.

Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno

pero también algo más que eso...

Las cabezas son los admiradores, es claro

(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).

Pero el templo no son los estudios de la 20th Century Fox.

El templo -de mármol y oro- es el templo de su cuerpo

en el que está el Hijo del Hombre con un látigo en la mano

expulsando a los mercaderes de la 20th Century Fox

que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.

 

Señor

en este mundo contaminado de pecados y radiactividad

Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda.

Que como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine.

Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).

Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos

-El de nuestras propias vidas- Y era un script absurdo.

Perdónale Señor y perdónanos a nosotros

por nuestra 20th Century

por esta Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.

 

Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.

Para la tristeza de no ser santos

                                                se le recomendó el Psicoanálisis.

Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara

y el odio al maquillaje -insistiendo en maquillarse

en cada escena-

y cómo se fue haciendo mayor el horror

y mayor la impuntualidad a los estudios.

 

Como toda empleadita de tienda

soñó ser estrella de cine.

Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.

 

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados

que cuando se abren los ojos

se descubre que fue bajo reflectores y apagan los reflectores!

y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)

mientras el Director se aleja con su libreta porque la escena ya fue tomada.

O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un

baile en Río la recepción en la mansión del Duque

y la Duquesa de Windsor

vistos en la salita del apartamento miserable.

 

La película terminó sin el beso final.

La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.

Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.

 

Fue

como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga

y oye tan sólo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER

O como alguien que herido por los gangsters

alarga la mano a un teléfono desconectado.

 

Señor

quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar

y no llamó (y tal vez no era nadie

o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de Los Angeles)

contesta Tú el teléfono!

 

 

 

CARILDA OLIEVER LABRA: premio RAFAEL ALBERTI

CARILDA OLIEVER LABRA: premio RAFAEL ALBERTI

Si alguna voz expresa la pasión en las letras cubanas, y en particular, traduce sentimientos y emociones a la palabra, esa sin duda alguna lo es la matancera Carilda Oliver Labra a la que nadie evoca con sus 87 años cuando lee sus versos, sino cubierta por la rotunda luz del sol caribeño, gracias a la sensualidad y el erotismo de su lírica.

Esta cubana universal ha merecido el Premio Internacional de Poesía Rafael Alberti, Alberti, que otorga anualmente la Sociedad de Beneficencia Naturales de Andalucía y que se le entregará, a la también Premio Nacional de Literatura,  en el acto inaugural del 14 Festival Internacional de Poesía de La Habana en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, en la capital cubana, por la escritora Aitana Alberti.

El nuevo lauro se suma a otros que se multiplican geométricamente en su biografía como reconocimiento a una de las poéticas más universales, en la que se manifiesta en plenitud el eros desde la proyección de la mujer, en la literatura iberoamericana contemporánea.

Y es que Carilda, graduada de abogada, carrera que ha ejercido, como también la de profesora de artes plásticas y de idiomas, así como en el ejercicio de la bibliotecología, es ante todo la emoción más irreverente y diáfana, la eclosión del deseo y de la sensualidad.

Nadie puede olvidar esos versos suyos, los de uno de los poemas que más se dicen, y se verbalizan en todo el archipiélago, por miles de voces, especialmente de los jóvenes amantes:

“Me desordeno, amor, me desordeno

cuando voy en tu boca, demorada;

y casi sin querer, casi por nada,

te toco con la punta de mi seno.

 

Te toco con la punta de mi seno

y con mi soledad desamparada;

y acaso sin estar enamorada

me desordeno, amor, me desordeno.

 

Y mi suerte de fruta respetada

arde en tu mano lúbrica y turbada

como una mal promesa de veneno;

 

y aunque quiero besarte arrodillada,

cuando voy en tu boca, demorada,

me desordeno, amor, me desordeno.”

Es la síntesis auténtica de una lírica femenina, libre de tabúes y prejuicios, la de una mujer que vence al tiempo, de espíritu joven y dinámico, la misma que a los 21 años irrumpió, para siempre, en la literatura cubana con aquel primer poemario Preludio lírico y que luego ha enriquecido nuestras horas con miles de versos cálidos, la autora de numerosos títulos de poesía y narrativa, y sobre todo, de un cuaderno antológico Al sur de mi garganta.

La que ahora recibe el premio que lleva el nombre del gran poeta andaluz, miembro de aquella Generación del 27 que también contó, en sus filas, con poetas del calibre de Federico García Lorca y Luis Cernuda, entre otros.

En anteriores entregas, otros poetas cubanos han recibido como reconocimiento a su obra este premio, como Nancy Morejón y Luis Marré, ahora se le entrega a Carilda, a su sonrisa cautivante, a su mirada pícara y traviesa y a esa actitud ante la poesía libre de afeites y sincera, como una vena abierta hacia la vida.

 

BICENTENARIO DEL POETA PLACIDO

BICENTENARIO DEL POETA PLACIDO

Se han cumplido, el pasado 18 de marzo, los doscientos años, el bicentenario del natalicio del poeta Plácido, es decir, de aquel joven peinetero que nació en La Habana, hijo de un amor secreto y entonces ilegítimo, condenado por las costumbres y prejuicios de la época, entre una bailarina española (y blanca) Concepción (Concha) Vázquez y un criollo peluquero (y mulato) Diego Ferrer Matoso, y que entró en nuestra historia y literatura con el apellido de los expósitos: Gabriel de la Concepción Valdés.

Sólo vivió 35 años, que no llegaría a cumplir, cayó fusilado ante el plomo español, a consecuencias de aquel trágico episodio que conocemos como La Conspiración de la Escalera, en su época fue sujeto y objeto de polémica entre peninsulares e integristas y también entre los criollos y cubanos, más allá de aquellas primeras décadas del siglo XIX, para devenir y vivir nutrido también por la polémica, desde el juicio que menospreciaba su escritura o que la sobrevaloraba, amén de aquellas otras valoraciones de índole política, por las que fue calificado como traidor, delator, cobarde o como mártir y símbolo de un ideario independentista.

Ciertamente, las autoridades hispanas no se equivocaron, y más allá de la torpeza y arrogancia que las caracterizó, desde Tacón a O’Donnell, al frente del gobierno colonial, ellas supieron olfatear la presencia transgresora de aquel joven de fácil verbo, que podía improvisar y que cuando escribía, y publicaba muchas veces para contribuir al modesto sustento cotidiano, sus versos en algunos espacios, como en la Aurora de Matanzas, dejaba no sólo el testimonio de su cubanía, de la que estaba por cierto bien orgulloso, así como de su propia condición de mestizo, aunque como a otros criollos, ayer y hoy, se le pudiera sumar un epíteto, por su tez, el de “parece blanco”.

La perspectiva de su mirada, incluso en las imperfecciones de una educación no sistémica, su proyección hacia el amor, el sexo y la naturaleza, más allá de los poemas que, como otros, escribió como loas y expresó su talento, aquí con mayor medianía, dentro de los compromisos canónigos de su tiempo, en aquella escritura, en la que habitaba el ritmo y la armonía, así como una fértil imaginación que llegó a ganar los elogios, posteriores, de alguien tan conservador en ideas como don Marcelino Menéndez y Pelayo, en aquellos sonetos, décimas, quintillas y redondillas y en sus romances, especialmente en el que ha sido considerado como una muestra palpable del proceso de su madurez estética, me refiero a Jicontencal, en toda aquella poética de Plácido estaba ya la semilla de la otredad, es decir, del cubano, de Cuba en su poesía.

Como se afirma en el primer volumen, dedicado a la literatura colonial, de la Historia de la Literatura Cubana, elaborado por el Instituto de Literatura y Lingüística, fue Plácido el más publicado, en cuanto a libros de versos, de los líricos cubanos de aquel período, con alrededor de once títulos, más incluso que José María Heredia y que su otro célebre coetáneo, José Jacinto Milanés, para constituir estos tres poetas la cima de nuestra lírica en aquellos años fundacionales de las letras cubanas.

No sólo era hábil artesano con el carey, también lo fue Plácido con la palabra, y eso lo demuestran sus poemarios, desde aquel primer cuaderno edito en 1838, hasta en aquellos otros versos, como los de Plegaria a Dios, que según se afirma, fueron escritos durante su prisión, y antes de su fusilamiento, mientras negaba legitimidad a la confesión que se le endosaba, por el régimen colonial, sacada según algunos, por medio del tormento, e invalidada desde sus orígenes, en la que supuestamente inculpó y comprometió a otros cubanos de la alta cultura como José de la Luz y Caballero y el no menos polémico Domingo Del Monte.

También, como lo destacan algunos historiadores, tras larga investigación, Plácido no fue ajeno del todo a aquel convulso panorama ideológico, y su viajes y detenciones anteriores, cuando recorría pueblos de la Isla, como Remedios, Villaclara, Sagua la Grande, Cienfuegos y Trinidad, amén de su quehacer en Matanzas y La Habana, podía haber estado vinculado a las múltiples células conspirativas, que bien sabemos estallaron en la colonia, y que fueron orígenes de movimientos insurreccionales como aquellos comprometidos como los Caballeros Racionales, y los Soles y Rayos de Bolívar, entre otros, mientras también se manifestaba el primer Reformismo, contrario a la trata de esclavos y deseoso de blanquear la Isla, al tiempo que a introducir medios teconológicos que permitiesen desarrollar las plantaciones y la economía de la sacarocracia criolla, pero sin esclavos, temor in crescendo por su mayoría presencia demográfica entonces y con el agravante del referente haitiano.

En todo ese contexto político, cultural y social se presenta Plácido, un mulato libre, al menos así creía serlo, que habitaba una colonia sostenida por miles de esclavos, en el emporio de una economía de plantaciones, sobre la base de la caña y del café, sometida a una metrópolis obsoleta en el proceso de un capitalismo que emergía y se expandía, como lo testimoniaba Inglaterra, y que complejizaba el panorama de Cuba, también dentro de un período en el que la mayoría de las colonias de Hispanoamérica habían concluido su etapa de lucha por la independencia y surgido como estados nacionales.

Sin la pasión cósmica ni la fuerza telúrica de José María Heredia, también sometido al complejo contexto de la colonia, el que lo condujo al destierro y a la muerte en plena juventud, sin la subjetiva lírica de José Jacinto Milanés que culminaría vencida su razón en la locura, al tercer poeta de la gran triada del primer romanticismo de la literatura cubana, a Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, le tocaría expresar la sustancia de lo popular en nuestra lírica, las dotes de su sensibilidad poética incuestionable, y recibir las balas para sumarse, desde el plano simbólico, al imaginario de una identidad de lo cubano en la construcción de su nacionalidad.

 

 

Cultivo una rosa blanca
En Junio como en Enero,
Para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.

FELIZ 2008

FELIZ 2008

SALUD Y PAZ... ARMONIA Y AMOR... AMISTAD....

VIDA....SALUD...ENERGIAS POSITIVAS... ALEGRIA

LES DESEO A TODOS Y TODAS

UN MUNDO MAS HERMOSO EN EL 2008

PARA LA HUMANIDAD

Los 95 de Virgilio Piñera

Los 95 de Virgilio Piñera

Irreverente, irónico, iconoclasta… varias íes para calificar al más importante dramaturgo que ha tenido el teatro cubano en toda su historia y que en agosto hubiera cumplido 95 años de vida.

Aunque, y en esto como en tantas otras cosas, me viene a la mente una frase de Martí, sobre la muerte y la obra de la vida…porque nadie que ha dejado una huella tan profunda, como el autor de Electra Garrigó y Aire frío, puede morir.

Él, como sus versos, lleva la “isla en peso”, desde el aliento irrepetible y único del escenario, el que pobló sus noches y sus días, y al que se consagró con verdadera pasión, como lo hizo también con sus cuentos y novelas, para dejar una de esas obras fundacionales dentro de nuestro imaginario colectivo, clave cuando se habla, en puridad, de la identidad cultural.

Hombre singular, ajeno a las capillas y a las tendencias, consecuente con su vida y con su escritura, nos dejó la lección de su magisterio desde una poética muy personal, no sometida a los ismos ni a las circunstancias de la moda, siempre iluminado por su capacidad reflexiva, no exenta de sarcasmo ni de choteo, incluso cuando se adentraba por los senderos del teatro del absurdo.

Fiel a sí mismo, coherente y emotivo, subjetivo hasta el tuétano, así fue este cardenense que supo ver, como pocos, ese sentido de insularidad que es nuestro espacio, prisioneros del mar, como somos los hijos de las islas.

De familia muy humilde, pero voluntarioso, ascendió hasta realizar sus estudios universitarios con matrícula gratis, y proclamar su existencia desde su inclusión en aquella ya obligada antología La poesía cubana en 1936, que debemos al poeta español, a Juan Ramón Jiménez, en la que está Virgilio con su poema "El grito mudo". 

Temido por sus enemigos, e incluso por sus amigos, por su mordacidad, Virgilio Piñera trasciende la finitud humana, gracias a su obra, y deviene clásico de la literatura cubana, como lo demuestra su poesía, desde aquellos primeros versos, editos en la revista Espuela de Plata (1939-1941), que dirigió José Lezama Lima, como en Verbum y Nadie parecía, antecedentes de Orígenes (1944-1956).

Electra Garrigó fue el gran salto, desde su revisitación de una tragedia griega, para situar una lectura desde su intrínseca cubanía. Como se manifestaría también en el ensayo, con sus textos sobre Emilio Ballagas y el propio Lezama Lima.

Pero será su extenso poema "La isla en peso", el que lo sitúa dentro del panorama de la lírica cubana del siglo XX, al romper con esquemas y fórmulas, defensor vehemente como siempre fue de su propia estética.

Buenos Aires sería otro de sus espacios, para el proceso de su creación literaria, y allí publica su novela La carne de René, como los relatos de sus Cuentos fríos, y comienza a escribir otra novela, Pequeñas maniobras, mientras en la emblemática Sur se publican sus cuentos "La carne", "La caída" y "El infierno".

Al triunfo de la Revolución, Virgilio se adueñó del periodismo y fue columnista y crítico en el periódico Revolución y en su suplemento Lunes de Revolución. Y dirige el proyecto de las Ediciones R, gracias al cual aparece la primera edición de su Teatro Completo.

En diferentes medios como el teatro, la televisión, y en el mundo editorial dejaría su huella este hombre, que no llegó a vivir siete décadas, y que recibió por su obra Dos viejos pánicos, también el Premio Casa de las Américas, así como después, desde el virtual anonimato, nos dio otra lección de su cultura, su trabajo como traductor en el Instituto del Libro.

 

ELISEO DIEGO, EL ENSAYISTA Y EL POETA

ELISEO DIEGO, EL ENSAYISTA Y EL POETA

Las Ediciones Unión nos entregaron un volumen de ensayos de Eliseo Diego, donde se reúnen textos más o menos conocidos del poeta, y otros de carácter inéditos que ahora se nos ofrecen gracias a la sensibilidad de su hija, Josefina (Fefé) Diego y que se conservan celosamente en los archivos de la familia.

No aproximamos así a otra vertiente de la escritura del autor de la Calzada de Jesús del Monte, no la de sus fábulas, relatos, cuentos e, incluso, simiente de aquel proyecto suyo de novela que no realizó, sino a la discursividad de la prosa reflexiva, en la que no peca el poeta que siempre está presente en toda su obra, de filosos o eruditos comentarios, porque la sustancia de tal volumen, como de esta papelería, está en el espíritu del diálogo que siempre se establece, y más cuando se trata de una sensibilidad e inteligencia como las de Eliseo, con la lectura de otros autores y de sus libros.

Eliseo Diego, como lo hiciera el francés Miguel de Montaigne, en los orígenes del género, deja libre a su imaginación, y sus criterios fluyen más allá de cualquier canon o preceptiva, cuando se acerca a un título, permitiéndonos el raro privilegio, y más en nuestros tiempos de áridas monografías que se apropian en exclusiva del llamado “ensayismo”, volar junto a él, y enriquecer con nuestra lectura la sensibilidad en la que afloran principios humanísticos.

Ajena al didactismo formal, no al sentido pleno de la didáctica, desde su magisterio Eliseo nos introduce igualmente en el campo de sus preocupaciones como cuando describió, en su etapa de docente, que sus educandos carecían de la posibilidad de traducir la palabra en símbolo, de alcanzar el cuerpo de la imagen y tal revelación le hizo dar un giro, abandonando el programa de la asignatura, para ayudar a aquella juventud a elevarse desde la letra impresa, y a gozar de la lectura como la potencialidad de creación de mundos, personajes y circunstancias, en una obra de ejemplar magisterio, sembrada la semilla de su fe en esas almas.

Ese enigma se adueñó entonces del verbo, como en los textos bíblicos, y Eliseo quien afirmó que “los mayores goces de la poesía están reservados para los hombres de corazón puro”, superó las manquedades del ego para contribuir a otra revelación, desde el libro y la literatura.

Quien como Eliseo se adentra, en las páginas de este volumen, en múltiples espacios y a la manera de los antiguos, nos devela los misterios, ya provengan estos del continente en las voces de juglares como Gabriela Mistral, César Vallejo, José Coronel Urtecho, Efraín Huerta o Carlos Pellicer, o igual que Lezama busque en las raíces propias, tras las huellas de José María Heredia, de Nicolás Guillén o de Onelio Jorge Cardoso, no sólo se ejercita en la lectura y en la escritura con la sapiencia de la experiencia y de las investigaciones, sino con el milagro singular de unos sentidos cultivados, de una emotividad enriquecida y enriquecedora.

Sin diferencias se adentra Eliseo en las lecturas y en los clásicos, y dentro del universo de la llamada literatura infantojuvenil descubre nuevamente a los hermanos Grima, a Hans Christian Andersen, galopa su imaginación desenfrenada tras la hermosura de un relato como La bella y la bestia, y salta en el espacio y el tiempo, supera los dogmas de los géneros, de lo popular y de lo culto, desde su propia autenticidad como poeta y como ser humano, vuelve a regalarnos la singularidad de su mirada sobre lecturas muy propias, y afines, como cuando escribe sobre Katherin Mansfield, deudor de su madre quien lo abrió a la lengua y a las letras inglesas, sin olvidar las raíces de nuestro idioma y de los clásicos, presentes en su poética.

Y llegan con Eliseo Diego las evocaciones de William Faulkner o de Robert Louis Stevenson, o el complejísimo proceso de traducir de una lengua a otra, como con los poemas del húngaro Sandor Petofi, mientras nos presenta el rompecabezas, el puzzle de su propio legado literario, ese que comenzó en el familiar imaginario de la quinta de Arroyo Naranjo, reservorio eterno de su infancia y de sus generosas utopías, las que poblaron las imágenes de sus poemarios y nutrieron ese mundo paradójico, imantado por su cristianismo, entre lo cotidiano y lo real, en el tejido del sonido y el silencio, en su juego lúdrico con el tiempo.

La lectura se puebla entonces por el sueño, y no hay horizonte académico que pueda ceñir la imaginación ni la fantasía de Eliseo, quien desde su natural modesto y sencillo teja como la araña ante nuestros ojos, un horizonte múltiple, que nunca se cierra y siempre queda abierto, como una invitación al otro, desde plurales perspectivas en las que siempre sobresale la subjetividad lírica.

RAFAELA DE CUBA

RAFAELA DE CUBA

En su juventud, cuando conoció a otra grande de la lírica, mujer de acento apasionado y fuerte, como Gabriela Mistral, Rafaela Chacón Nardi perdió su nombre, y ganó otro, gracias a la universal chilena, quien la llamó “Rafaela de Cuba”.

Y así recordamos a esa maestra, que siempre lo fue, dentro y fuera de las aulas, que superó los valladares de la vida, y de la enfermedad, las murallas del silencio que muchas veces hablan desde la ignorancia, y su propia soledad para multiplicarse, como lo hizo, desde el cristiano sentido del amor que es darse, y así nutrió y enriqueció el espíritu de cientos de niños en sus talleres, como en cada uno de los capítulos de su existencia creadora, también gracias a la palabra escrita en su condición de poeta, al ser –aunque nuestra torpe crítica e historia literaria no lo reconozcan todavía, como sucede con tantas otras manquedades- una de las más puras voces de la lírica cubana, dentro de los cánones del neorromanticismo.

La antología preparada por quien es una de sus mejores discípulas, no desde el cultivó de la poesía, sino como obra de vida y de creación, la ensayista Mayra Hernández Menéndez, quien además es una de las más autorizadas editoras de nuestro país, ha preparado esta cuidadosa selección de la poetisa Rafaela Chacón Nardi, Ámbito de amar, en la que se reúne una poesis, sustancia de un cultivado espíritu y de una también generosa encarnadura humana.

Y es que como Dulce María Loynaz, como Carilda Oliver Labra y Serafina Núñez, esta última tampoco valorada en su auténtica trascendencia, en la producción lírica de Rafaela está el amor como semilla, un amor que es encuentro y calidez, tristeza y amargura, deseo y realización, espiritualidad y carne, y un amor también expansivo a toda criatura viva, como lo demostró en su periplo por páginas como las de Viaje al sueño (1948 y 1957 en edición ampliada), Del silencio y las voces (1978), Coral del aire (1982), Una mujer desde su isla canta (1994) Vuelta de hoja (1995), Mínimo paraíso (1997) y Del íntimo esplendor (2000).

Mayra Hernández Menéndez, en su trabajo investigativo, como en sus valoraciones ensayísticas, y para materializar también un homenaje, reunió en este nuevo volumen de la Chacón Nardi su lírica de tema amoroso, ahora publicada por Letras Cubanas, institución que cuenta con esta laboriosa y profesional intelectual en su colectivo editorial, así nació este cuaderno que, al presentarse en la Feria Internacional del Libro, encontró masiva resonancia entre los lectores.

Y es que el amor, al que Rafaela calificaba de “misterio eterno”, “llama al viento” y de “júbilo secreto”, es fuente que apela a todas las generaciones y que encuentra eco en el latido de la especie, lo que demuestra también la necesidad de editar en nuestro país la obra de poetas y poetisas que se han expresado en esta cuerda, y que vencen los calificativos de la moda, desde la verdad de los sentimientos y la belleza del verbo.

CHE VIVE

CHE VIVE

A PESAR DEL ODIO Y DE LA MUERTE

EL CHE GUEVARA VIVE

EN LAS ARIDAS TIERRAS BOLIVIANAS LOS CAMPESINOS LE PONEN FLORES Y VELAS

LE OFRECEN MISAS A DIARI AGRADECIDOS POR SU PROTECCION

AHORA ES SAN ERNESTO DE LA HIGUERA

Y SOBRE EL COSTILLAR DE ROCINANTE CABALGA DE NUEVO

 

Juan Ramon Jimenez entre nosotros

Juan Ramon Jimenez entre nosotros

La huella de ese andaluz luminoso que se llamó Juan Ramón Jiménez es profunda en Cuba. Todavía se le recuerda, agudo, sensible y algo irónico en aquella ciudad de La Habana de 1936 que lo acogió con entusiasmo.

Como la cultura cubana se considera su deudora, por haber preparado en aquel año aciago, el mismo del inicio de la guerra civil en la península, una de las más importantes antologías de la entonces joven poesía de la Isla.

Ahora, y en ocasión del medio siglo de su premio Nobel y, sobre todo, de los setenta años transcurridos de su llegada a la mayor de las Antillas, se realiza un documental, mediometraje de 52 minutos, de una directora, Mrina Ochoa articulado desde la memoria con entrevistas a dos de las más relevantes personalidades de las letras cubanas, unidos en el verbo y la vida: Fina García Marruz y Cintio Vitier.

Así Cuba se dispone a honrar a Juan Ramón y se suma al entusiasmo de los iberoamericanos, conmovidos por el talento y la sensibilidad de aquel hombre que también, en los días dolorosos de la guerra, encontró amor y paz, mucha amistad y respeto en tierras americanas.

José Lezama Lima, en la memoria

José Lezama Lima, en la memoria

Por esas paradojas del destino, en este año 2006, Lezama Lima protagoniza el espacio literario cubano. Y es que hace ya 40 años que fue publicada su novela Paradiso, obra cumbre no solo de las letras en Cuba, sino una de las piezas más totalizadoras escritas en el idioma español en el pasado siglo XX.

También, el próximo 9 de agosto se cumplirán 30 años de la muerte del gran poeta y ensayista cubano, quien desde los años 40 de la pasada centuria, encabezó el movimiento más renovador de las letras cubanas desde la modernidad, me refiero al grupo Orígenes.

Hombre de fe cristiana, católico como muchos de sus amigos y camaradas de letras y de vida, fue también un habanero universal, amoroso de su tierra y de sus tradiciones, como lo mostraba desde el Habano que poblaba sus noches y sus días desde la casa de Trocadero.

Dueño de la lengua, explorador de todas las potencialidades de la palabra humana, metafórico por esencia en la estructura del espacio vital y del imaginario, Lezama ha vencido a quienes una vez, desde la envidia y la miopía espirituales, intentaron reducirlo cuando no desconocerlo.

Él está entre nosotros, para siempre, como las palmas.

A MIS CALLES DE LA HABANA

                                                                              a Bella

Calles de la Concordia y la Amargura,

de Peña Pobre y Soledad, urgidas

de cal y brusco sol, perdidas

colmáronme las horas la estatura;

hermanas todas de la calle pura,

la más feliz de cuantas ya son idas,

en Roma y Cuzco y las demás que olvidas

tan pronto tú, memoria eterna, oscura;

es a vosotras que agradezco el día

que dio lumbre a la joven que es ahora

la mejor parte de la vida mía;

y aunque el vago crepúsculo desdora

vuestros muros y ya la tarde es fría,

mi lucecilla os salva y enamora.

                                                ELISEO DIEGO 

 

El placer de leer

Durante muchos años, fue el cine el máximo protagonista de la cultura cubana, en cuanto a masividad. Y los festivales de diciembre se adueñaban de La Habana, con un público que avanzaba sobre las salas cinematográficas como las olas sobre el Malecón.
Sin embargo, ahora el protagonismo le pertenece al libro, y al placer de leer. Así lo comprobamos, y también dsifrutamos, a pesar de la muchedumbre, cuantos gustamos de escribir y asumimos como medio de expresión ese oficio, al disfrutar del público, de todas las edades y procedencias sociales, que acude a la fortaleza colonial de San Carlos de la Cabaña, situada al otro lado de la bahía, para adquirir nuevos libros y dialogar con los autores.
Quince años tiene ya la Feria Internacional del Libro. Todavía es muy joven, pero tiene una virtud mayor, se ha expandido por la geografía insular, y ya cubre no sólo el escenario de la capital sino que se adentra por otras ciudades cubanas, incluso se desplaza sobre el mar y llega a la Isla de la Juventud, segunda isla en tamaño del archipiélago, enclavada al sur del caimán -al que nos referimos siempre como la "isla grande"- y en 35 villas y urbes del país se realiza la feria, y nos alegra ver cómo la lectura es la reina de todos, bajo el cielo azul, al pie de las palmas, cerca, muy cerca de nuestro océano, de este Caribe que nos baña con sus cálidas aguas.

Los sueños del Ismaelillo

Había una vez...un joven soñador, lleno de energías y de esperanzas, que llegó un día a Caracas y, sin quitarse la fatiga ni el polvo del camino, preguntó dónde se encontraba la estatua de Bolívar, y allí, al pie del Libertador, se echó a llorar.

Aquel muchacho, que días más tarde cumpliría en tierras venezolanas sus 28 años, era José Martí. Entre los cerros de la capital llanera, gracias a nuevas amistades, comenzaría a escribir en las páginas de los periódicos, daría clases y su voz se escucharía en las veladas y en las tertulias.

En el espacio íntimo, donde descansaba por las noches, escribía también, pero versos. Se los inspiraba su hijo José Francisco, ausente de su cariño, y así fue naciendo, como en el viaje que lo condujo a Venezuela, por el mar Caribe, desde los Estados Unidos, el poemario precursor del Modernismo, su Ismaelillo.

Martí creció como poeta y escritor durante aquellos meses suyos de su estancia en Venezuela. Meditó, reflexionó sobre el destino de nuestra América, y concibió la independencia de Cuba como aquella estrofa que todavía faltaba al poema que escribió con su espada Bolívar.

Fueron los sueños y las utopías de un hombre bueno, el que amaba intensamente a su patria, a Cuba y hacía suyo el destino de todos los pueblos de América latina y de la cuenca caribeña, los que habitamos al sur del Río Bravo

Desde entonces, nosotros que somos sus hijos e hijas, sus Ismaelillos, recibimos el mensaje de Martí, desde la belleza de su escritura, con la esperanza de ser libres, de vivir en paz, de trabajar por el desarrollo de nuestros pueblos, por eso sabemos que debemos luchar para que aquel poema que el cubano universal soñó se realice plenamente, con justicia, equidad y soberanía.

AL ALMENDARES

AL ALMENDARES Este río de nombre musical
llega a mi corazón por un camino
de arterias tibias y temblor de diástoles…

Él no tiene horizontes de Amazonas
ni misterio de Nilos, pero acaso
ninguno le mejore el cielo limpio
ni la finura de su pie y su talle.

Suelto en la tierra azul… Con las estrellas
pastando en los potreros de la Noche…
¡Qué verde luz de los cocuyos hiende
y qué ondular de los cañaverales!

O bajo el sol pulposo de las siestas,
amodorrado entre los juncos gráciles,
se lame los jacintos de la orilla
y se cuaja en almíbares de oro…
¡Un vuelo de sinsontes encendidos
le traza el dulce nombre de Almendares!

Su color, entre pálido y moreno
--Color de las mujeres tropicales…--
Su rumbo entre ligero y entre lánguido…
Rumbo de libre pájaro en el aire.

Le bebe al campo el sol de madrugada,
le ciñe a la ciudad brazo de amante.

¡Cómo se yergue en la espiral de vientos
del cubano ciclón…! ¡Cómo se dobla
bajo la curva de los Puentes Grandes…!

Yo no diré qué mano me lo arranca,
ni de qué piedra de mi pecho nace:
Yo no diré que él sea el más hermoso…
¡Pero es mi río, mi país, mi sangre!

Dulce María Loynaz
Premio Nacional de Literatura y Premio Cervantes